viernes, 14 de octubre de 2011

Arreglando el mundo.

"Cada uno tiene su idea de un mundo perfecto".
Eso es lo que ponía en la pantalla del ordenador de Stephen Hawking en el episodio "Salvaron el cerebro de Lisa", de los Simpson.

En un momento de nuestra historia en que las cosas van mal, la crisis golpea fuerte y como de costumbre lo acaba pagando quien menos culpa tiene de la misma, muchos somos los que, con mayor o menor criterio, opinamos sobre qué habría que hacer para salir de esta.
Uno de los pequeños placeres de esta vida consiste precisamente en esto, en juntarte con tus amigos en un bar y arreglar entre todos este mundo triste y enfermo.

En mi última reunión con mis amigos, no hace mucho, uno de ellos nos hace una pequeña retrospectiva histórica: Nos habla de cómo nuestros abuelos vivieron una morrocotuda guerra civil y una no menos morrocotuda posguerra, que pasaron hambre y penurias, pero lucharon por seguir adelante y mejorar; mi amigo nos cuenta que nuestros abuelos, en el ocaso de sus vidas se sienten contentos porque después de tanto trabajar, sufrir penalidades y privaciones, sus hijos tuvieron una vida un poco mejor que la que a ellos les tocó vivir.
Del mismo modo, los hijos de aquellos abuelos (los que hoy son nuestros padres) nos cuentan que en su juventud vivieron una dictadura represiva, totalitaria y dificil pero que cuando el dictador murió, todos hicieron un gran esfuerzo para lograr un cambio hacia la Democracia, es decir, lo que se dio en llamar "La Transición". Una época complicada, de mucha tensión y muchos cambios en muy poco tiempo. Una época en que la construcción de España era algo así como una sola cuerda extremadamente tensa y muchos queriendo tirar de ella; podía haberse roto y armarse otra guerra civil pero nuestros padres supieron arreglarselas para ceder un poco en los momentos clave y en ideales e intereses propios en pos de un bien mayor. Nosotros somos hoy los hijos nacidos de esa transición. Nuestros padres nos miran orgullosos porque su esfuerzo valió para que hoy nosotros tengamos oportunidades, bienes y avances que ellos ni siquiera podían soñar.
Habiéndonos dado estos antecedentes, mi amigo se pregunta si hoy nosotros podemos sentir ese mismo orgullo de nuestros padres y abuelos por haber conseguido dejar a nuestros hijos un mundo mejor del que nosotros tuvimos. Su respuesta a dicha pregunta es un rotundo "NO", y yo, lamentablemente estoy de acuerdo con él, al menos por ahora.

Es entonces cuando otro de mis amigos, estando de acuerdo en que nuestra generación no puede enorgullecerse en absoluto del mundo que le está dejando a sus descendientes, nos dice que ese "NO" no tiene por qué ser un "NO" definitivo, que nuestro tiempo aún no ha pasado y que aún no es tarde para que nuestra generación cambie el mundo, que tenemos que quitarnos de la comodidad del sofá, del mando a distancia y del "ya lo hará otro" y echarnos a la calle a exigir cambios, a luchar en las calles como lo hicieron nuestros abuelos y nuestros padres.

El tercero de ellos cree que los otros dos son unos demagogos de cuidado, que si estamos así es porque durante años hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, hemos derrochado, despilfarrado y vivido como ricos sin serlo. Hemos gastado lo que no teníamos y ahora nos toca aguantarnos y sufrir recortes y penurias por culpa de nuestra mala cabeza. Que eso es lo único que hay y que todo eso de los Indignados no es más que una muestra de cinismo y caradura por nuestra parte, protestando y tomando calles y plazas sin permisos para echarles la culpa a los gobiernos de nuestras propias meteduras de pata.

Y aquí es donde salgo yo y le pregunto a esta persona si cree que esta es la Democracia por la que nuestros padres y abuelos lucharon tanto, una Democracia donde cada vez van teniendo cabida menos siglas y menos variedad ideológica, una Democracia en la que tras 33 años de existencia sólo ha habido TRES referendums (proporción a mi entender muy demostrativa de lo que les importa a los políticos de la Democracia la opinión del pueblo). Le cuento entonces que en mi opinión este sistema estaba muy bien en los años 80 o en los 90, pero que ya iba siendo hora de hacerle un lavado de cara y adaptarlo a los nuevos tiempos.

"¿Y qué quieres hacer para adaptarlo a los nuevos tiempos?" Me pregunta entonces y yo le respondo que a mi entender hay que hacer dos cosas: primero promover un cambio en la conciencia colectiva, tan aborregada y acostumbrada a no pensar por su cuenta y en segundo lugar, salir masivamente a la calle, abandonando nuestras comodidades y exigiendo cambios reales hacia una Democracia en la que los gobernantes trabajen para el pueblo y no para las agencias de calificación de deuda, los mercados y los bancos.
"Eso no sirve para nada" me responde. "Para eso crea un partido político propio y busca los cambios desde dentro o bien entra en alguno ya existente e intenta crear una corriente de cambio desde las bases del mismo". Pero yo no creo que ese sea el camino porque, o acabaría volviéndome igual de acomodado y demagogo que los políticos actuales o me sabotearían y me anularían para que mi mensaje no llegara jamás a la opinión pública.
Me contestó entonces que esa era la única manera. Yo le dije que no, que desde fuera se podían cambiar las cosas, que ya ha ocurrido en Islandia, en Egipto y en otros países, y aquí ya está el movimiento "15M" en el candelero, y todo con el nexo común que es Internet y las Redes Sociales.

Esto ya abrió otro debate, que a su vez abrió otro, etc. etc. La conversación continuó durante horas y horas. Finalmente cada uno se fue a su casa con sus propias conclusiones, habiendo escuchado ideas y formas de pensamiento que no habían contemplado y habiendo aprendido algo. Quizá no arreglamos el mundo pero sólo por la compañía y el buen rato valió la pena intentarlo.

domingo, 9 de octubre de 2011

Viaje a Barcelona

   Tras un largo viaje que empezó a las doce del mediodía del jueves y acabó casi a las diez de la noche, quien suscribe volvió a Badajoz después de permanecer seis días en Barcelona.
   Creo recordar que no había hecho viajes a larga distancia desde el primer año en que empecé a trabajar, y la llevo seis así que la verdad es que ya iba tocando. Entre algunos de mis compañeros ya es sabido que he planeado más viajes antes y al final nunca se llegaban a materializar, era el momento idóneo para que de una vez se rompiera esa mala racha.
   Afortunadamente ya tenía el alojamiento garantizado, me quedé en casa de mis tíos así que, cubiertas las necesidades básicas mis primeras preocupaciones eran, por un lado adaptarme al calor húmedo propio de las ciudades de costa y por otro adaptar mi ritmo de vida al de una ciudad grande como aquella. Sorprendentemente no me costó demasiado ni lo primero ni lo segundo.
   A partir de aquí no tardé en darme cuenta de hasta qué punto era diferente la vida de mi querida Badajoz respecto a esta, pero lejos de perpetuar allí la vida completamente sedentaria que habitualmente llevo en mi ciudad realmente no paré en casa de mis tíos nada más que para comer y para dormir.
   Por las mañanas, plano de las líneas de metro en mano, me iba a recorrer los puntos más emblemáticos de la ciudad pese a conocerlos ya pues no era la primera vez que iba a Barcelona; por las tardes, después de comer y reposar la comida con intentos fallidos de siesta, me dediqué a la vida social (vida social no familiar).
   ¿La playa? sólo la pisé el Domingo por la mañana... y de casualidad. El resto del tiempo ni me acordé ni me llamó. Mi tiempo era escaso y la ciudad demasiado grande y con demasiadas cosas que volver a ver como para perderlo tumbado en una toalla o retozando entre las olas (por no hablar de que por mi medicación no es recomendable aquello de tomar demasiado sol). Yo quería ver, ir aquí, ir allí, ver esto, ver aquello, Metro para acá, Metro para allá, etc.
   La parte negativa es que no dormí demasiado, principalmente porque notaba demasiado la diferencia de mi cama con la de casa de mis tíos, pero también porque mi mente no paraba de dar vueltas recordando todo lo vivido durante cada día y especialmente los ratos que pasaba con mi amiga Sara y las demás personas que tuve la ocasión de conocer a través de ella. Algunos de estos pensamientos eran:
  • ¿Cómo era posible que en Badajoz me diera tanta pereza salir a cualquier parte y aquí, que las distancias son mucho mayores y requieren andar mucho más, no parase en casa?.
  • ¿Cómo era posible que ni estuviera echando de menos mi ordenador ni internet (sólo usé el del móvil porque con Sara me comunicaba a veces por ese medio) cuando en Badajoz ambos son parte indispensable de mi vida?
  • ¿Cómo era posible que en Badajoz me pregunten por algunos sitios y no sepa donde están y sin embargo, con un par de vagas explicaciones, no me costara nada llegar hasta los últimos rincones de una ciudad tan inmensa como Barcelona?
  • ¿Cómo era posible que siguieran existiendo los trileros de Las Ramblas? Si existen es porque la gente sigue cayendo en la trampa ¿como es eso posible en pleno siglo XXI?
  • Ni mi amiga Sara ni yo tenemos pareja y hemos pasado juntos tardes enteras. ¿Cuánto tardarán en preguntarle a ella la gente de su entorno si "hay algo" entre nosotros? ¿Cuánto tardarán los del mío en preguntarmelo a mi?.
  • En cualquiera de los sitios en los que he estado siempre me he visto a mi alrededor gentes de diversas razas nacionalidades haciendo sus vidas sin meterse con nadie, un gran crisol de culturas. ¿Cómo es posible que esto sea un problema o una lacra para mucha gente?.
  • Qué dificil tiene que ser encontrarse con alguien por casualidad en una ciudad así.
  • ¿Podría llegar yo a acostumbrarme a aquello? y en caso de que así fuera ¿Podría yo re-acostumbrarme de la vida de alli a la vida de aqui?.
   Sería una torpeza por mi parte reconocer que en sólo seis días era dificil conocer la parte negativa de una vida como aquella. Muy posiblemente acabaría echando de menos Badajoz antes de lo previsto. Sea como fuere y sea por el motivo que sea lo que sí esta claro es que este viaje ha sido para mí un paréntesis. No sólo he cambiado de ciudad por unos dias y he abierto mi mente a otro tipo y a otro ritmo de vida, ahora entiendo que este viaje además de para despejarme de tantos años sin salir de Badajoz me ha servido también para acercarme un poco más a mi mismo y a otros aspectos de mi vida que, por alguna razón, aqui permanecen en estado latente.
   Eso era, en esencia, lo que esperaba conseguir en este viaje.Vuelvo a Badajoz atesorando muchos buenos momentos y experiencias y por supuesto, conociendo algo, un poco más sobre mi mismo. Misión cumplida pues.
      Mañana Lunes vuelta a la rutina y a mi día a día laboral pero como suele decirse en estos casos... que me quiten lo "bailao".